"La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero quizá sea
igualmente vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente" M. Bloch

miércoles, 27 de febrero de 2013

Madrid (1936), por Pablo Neruda

El chileno Pablo Neruda escribió este poema sobre los bombardeos de la capital española durante la Guerra Civil. Es sencillamente impresionante, más aun acompañado de estas imágenes del documental Canciones para después de una guerra (1971), de Basilio Martín Patino, que podéis ver aquí. Dejo el vídeo y la transcripción más abajo. (Advertimos que las imágenes del vídeo pueden herir la sensibilidad del espectador)



Madrid (1936)

Madrid sola y solemne, julio te sorprendió con tu 
alegría
de panal pobre: clara era tu calle, 
claro era tu sueño.
             Un hipo negro
de generales, una ola
de sotanas rabiosas
rompió entre tus rodillas
sus cenagales aguas, sus ríos de gargajo.

Con los ojos heridos todavía de sueño,
con escopeta y piedras, Madrid, recién herida,
te defendiste. Corrías
por las calles
dejando estelas de tu santa sangre,
reuniendo y llamando con una voz de océano,
con un rostro cambiado para siempre
por la luz de la sangre, como una vengadora
montaña, como una silbante
estrella de cuchillos.

Cuando en los tenebrosos carteles, cuando en
las sacristías
de la traición entró tu espada ardiendo, 
no hubo sino silencio de amanecer, no hubo
sino tu paso de banderas,
y una honorable gota de sangre en tu sonrisa.

(Explico algunas cosas)

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio 
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
        Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
        Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
       Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
      Hermano, hermano!

Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
        pescados hacinados,
contextura de techos con el sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras 
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces el fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiarían!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirar mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

--

Contenido en España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en guerra (1936-1937)

http://www.eurolatinnews.com


Saludos

lunes, 18 de febrero de 2013

Lord Byron, sobre el amor

Incluido en el Canto Cuarto de Las peregrinaciones de Childe-Harold:

CXXI
¡Oh, amor! Tú no habitas este mundo: serafín invisible, creemos en ti, y los mártires que proclaman tu culto son los amantes cuyo corazón ha sido destrozado: pero ningún mortal ha logrado verte hasta ahora, jamás te contemplará tal cual debes ser; la imaginación te ha creado de la misma manera que ha poblado el cielo, con el capricho de sus propios deseos. Esta forma, esta imagen, que ha dado a un pensamiento, persigue incesantemente el alma consumida por una sed devoradora, agotada por la fatiga y las torturas que la desgarran.

CXXII
El alma, asqueada de la belleza natural, se crea en sus delirios seres imaginarios. ¿Dónde están los rasgos que vislumbró el genio del escultor? Solamente existen en su fantasía. ¿Podrá mostrarnos la naturaleza algún objeto tan bello como ellos? ¿Dónde están los encantos y las virtudes que nos atrevemos a concebir en la juventud, continuándolos en nuestra edad madura? Paraíso ideal al que tendemos en vano y que constituye nuestra desesperación, tú eres el que extravías el pincel y la pluma que quisieren reproducirte con todo tu esplendor.

CXXIII
El amor es un delirio... es la demencia de la juventud, pero su curación es todavía más amarga. Cada día que pasa arrebata uno de los atractivos a nuestros ídolos; finalmente, descubrimos que no poseen el mérito ni la belleza con que habíamos adornado sus formas ideales. El hechizo fatal subsiste todavía; nos domina, y recogemos las tempestades que sembramos: el corazón, obstinado como el alquimista aferrado a la búsqueda de un tesoro que no existe, créese más rico a medida que se aproxima a la miseria.

CXXIV
Nos vamos ajando a partir de la juventud; nos fatigamos, llevando en nuestro pecho una llaga cruel. No conocemos el remedio, no podemos apagar nuestros labios ardientes. Algunas veces, hacia el ocaso de la vida, algún fantasma parecido a los que perseguíamos en tiempos pasados, viene a seducirnos un instante. Por desgracia es demasiado tarde... entonces nos creemos doblemente desdichados. El amor, la gloria, la ambición, la avaricia, todo es inútil, todo nos pierde; los mismos meteoros, bajo distintos nombres, descarrían nuestros pasos, y la muerte es el negro vapor en el que se desvanece su llama.

Lord Byron en traje albanés, por Thomas Phillips



¿Qué os parece su opinión sobre el sentimiento del amor? ¿Algo pesimista, quizá? Está claro que hay muchas maneras de amor: el amor que se siente por una madre, el que se siente por un hermano, por los amigos, por tu amada o amado... Byron hace referencia aquí a este último tipo de amor, sin duda. Todos nos hemos enamorado alguna vez. Seguramente, el primer paso consistiría en definir qué es el amor, para comenzar a discutir más tarde si es algo real o imaginario. No seré yo quien ofrezca una definición del amor, pues desconozco si alguien lo hizo alguna vez de manera satisfactoria. Es probable que tenga mucho de idealización de la figura amada, de ficción creada por el corazón amante, ficción que con el tiempo va dejando paso a la realidad. Supongo que el amor, en ese sentido "ideal", acaba por evaporarse a favor de otro tipo de amor, el que sentimos por la otra persona pese a sus patentes imperfecciones. Creo que el amor, entendido así, no consiste tanto en tener a nuestro/a amado/a en un aura de divinidad como en ofrecernos a él o ella de una manera sincera y desinteresada y, por supuesto, en tener la suerte de ser correspondidos. El amor es parte de la vida y, como ésta, está lleno de luces y de sombras, nos puede dar algunos de los mejores y algunos de los peores momentos de nuestras vidas. Hay quien, ante el riesgo, prefiere pasar a hurtadillas por sus fronteras, previniéndose así contra los grandes sentimientos. ¿Es una actitud conservadora y algo cobarde? Eso creo yo, aunque lo respete. También puede tratarse de una consecuencia de la continua experimentación insatisfactoria, de una huida ante el fracaso. Puede llegar a preferirse la seguridad del no amor a los sobresaltos y torturas de este continuo desconocido, tantas veces incierto y caprichoso. A saber por qué pruebas de Cupido pasó el pobre Byron para escribir estas letras...

Saludos


sábado, 16 de febrero de 2013

Oda a la pacificación, por Mario Benedetti

Siento la escasez de entradas. Quinto de carrera ha entrado con todo -y le hemos entrado con todo a quinto de carrera- y no me veo con mucho tiempo libre para pensar en y escribir para el Blog. En verano ya será otro cantar, pues material tengo cada vez más.
Os dejo un genial poema del uruguayo Benedetti (1920-2009), lleno de ironía, que acabo de escuchar y, sencillamente, me ha encantado.



Casi podríamos acabar nuestras oraciones cada noche con un: y líbranos de la "paz", amén.

http://persuasionpoints.com
Saludos

viernes, 30 de noviembre de 2012

Vistazo a Arthur Schopenhauer

Echemos un vistazo a Arthur Schopenhauer, "el filósofo pesimista", a través de unas pocas líneas y de un breve aunque esclarecedor documental.
Para Schopenhauer (Danzig/Gdansk, 1788 - Frankfurt del Main, 1860) somos un permanente querer que nunca tiene suficiente, y es por ello que vivimos en un continuo sufrimiento. La realidad es por esto profundamente absurda, la peor posible, pues se rige por la voluntad. 
Lo que la voluntad quiere es desear permanentemente, y nos domina puesto que nosotros mismos somos un conjunto de impulsos y reacciones, seres "deseantes" o de voluntad, nunca satisfechos.
Quedará aún más claro con un sencillo esquema:


Lo único que nos puede librar de este círculo vicioso es la razón, ya que nos permite ver a la voluntad tal y como es, y así rechazar el participar en su terrible juego.

Os dejo el documental. No dura mucho (alrededor de 30 minutos), pero para empezar no está nada mal. Lo siguiente será acudir a documentales más concretos (sobre el amor, sobre la muerte... en el pensamiento de Schopenhauer) y a los mismos libros del autor ("El mundo como voluntad y representación" parece ser su obra principal).



Saludos

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Distintas visiones de la política en democracia

Os traigo sencillamente dos extractos de discursos, ambos de hace poco más o menos un siglo, ambos pertenecientes a dos de las más famosas figuras políticas que han pasado por España. Naturalmente, el traerlos al Café no es un acto inocente o casual. Creo que son de gran actualidad ante la presente crisis en que vive, no sólo la economía de muchos estados, sino la democracia misma. Reflejan dos formas de ver la política y la intervención del ciudadano en la misma; dos formas de ver la soberanía que en la práctica tiene el pueblo. El contexto era entonces diferente al actual, pero en mi opinión ambos textos invitan aun -y especialmente- hoy a la reflexión.

Antonio Maura, año 1916 (en Discursos Conmemorativos, Madrid, Espasa-Calpe, 1961)




"Si la democracia consistiese en que todos los ciudadanos de un país conociesen los asuntos públicos para formar sobre cada cual de ellos su opinión, partícipes en la soberanía... Seríamos nosotros dementes, o la palabra democracia significaría el último de los absurdos. No; la democracia significa que el pueblo, la sociedad entera, se habilite para hacer alguna elección consciente entre unos y otros gestores de la cosa pública. ¡Y no es poco! (...)".








Manuel Azaña, "El problema de España". Mitin en la Casa del Pueblo de Alcalá de Henares, 1911 (en Discursos Políticos, Barcelona, Crítica, 2004)



"¿Democracia hemos dicho? Pues democracia. No caeremos en la ridícula aprensión de tenerla miedo: restaurémosla o mejor, implantémosla, arrancando de sus esenciales formas todas las excrecencias que la desfiguran. No odiéis ni os apartéis de la política porque, sin ella, no nos salvamos. Si la política es el arte de gobernar a un pueblo, hagamos todos política y cuanta más mejor, porque sólo así podremos gobernarnos a nosotros mismos e impedir que nos desgobiernen otros".




Saludos

martes, 4 de septiembre de 2012

Sobre el olvidado siglo XX

Pronto empiezan de nuevo las clases para nosotros los universitarios. En mi caso me enfrento -de grado- con el último año de la licenciatura de Historia. Es una lástima, he disfrutado mucho con la carrera y nuestro futuro como docentes o profesionales de la historia es, hoy por hoy, toda una incógnita. ¡Pero aún quedan muchas horas por delante hasta que éso llegue! Sigamos pues con nuestro propósito que era, si mal no recuerdo, atraer a los interesados lectores hacia otra obra de referencia, la que da título a esta entrada: "Sobre el olvidado siglo XX" (2008), del imprescindible Tony Judt, quien ya pasó antes por nuestro blog (ver).
Pues bien, todavía no he pasado de la introducción de la obra y ya os la anuncio a bombo y platillo. Hoy mismo la recogí de la biblioteca. No puedo en tales condiciones -diréis- escribir una entrada sobre el libro de Judt, si ni siquiera sé si será bueno o valdrá la pena; quizá no debiera, pero sé que lo será y la valdrá. Antecedentes tengo, con la lectura de otras obras suyas como "Algo va mal" (2010) o la monumental "Postguerra" (2005), que dejé "en stand by" durante el verano y pronto retomaré. Pero es que además voy leyendo la introducción y me va encantando, y nada más que un recorte de dicha introducción es lo que os traigo, para abrir boca. En cursiva y entre corchetes van mis comentarios, y destacaré algunas ideas con el subrayado. Allá va:

(...) En suma, el Estado de bienestar nació de un consenso interpartidario del siglo XX. En la mayoría de los casos fue puesto en práctica por liberales o conservadores que habían entrado en la vida pública mucho antes de 1914 y para quienes la provisión pública de servicios médicos universales, pensiones de jubilación, seguros de enfermedad y desempleo, educación gratuita, transporte público subvencionado y otros prerrequisitos de un orden civil estable no representaban la primera fase del socialismo del siglo XX, sino la culminación del liberalismo reformista de finales del siglo XIX. Una perspectiva similar informó el pensamiento de muchos de los partidarios del New Deal en Estados Unidos.
Además, y aquí el recuerdo de la guerra [la segunda mundial] desempeñó de nuevo un papel importante, los estados de bienestar "socialistas" [Judt ironiza -de ahí las comillas- con los que califican al Estado de bienestar de socialista dada su activa intervención en la vida de su población a través de las distintas políticas públicas, subvenciones, etc. Un estado socialista, un estado intervencionista, un estado ineficaz, vendría a ser la despectiva descripción] del siglo XX no se construyeron como avanzadillas de una revolución igualitaria, sino como barreras contra el regreso del pasado: contra la depresión económica y su violento resultado polarizador en las políticas desesperadas del fascismo y del comunismo. Los estados de bienestar eran por tanto estados profilácticos. Fueron diseñados conscientemente para satisfacer el anhelo generalizado de seguridad y estabilidad que John Maynard Keynes y otros previeron mucho antes del final de la Segunda Guerra Mundial -y superaron todas las expectativas-. Gracias a medio siglo de prosperidad y seguridad, en Occidente hemos olvidado los traumas políticos y sociales de la inseguridad masiva. Y así hemos olvidado por qué heredamos esos estados de bienestar y qué fue lo que dio lugar a su creación.

http://opinionesdiscutibles.blogspot.com.es
La paradoja, por supuesto, es que el éxito mismo de los estados de bienestar de economía mixta, al proporcionar la estabilidad social y la desmovilización ideológica que hicieron posible la prosperidad del pasado medio siglo, ha conducido a una generación política más joven a dar por sentadas esas mismas estabilidad y conformidad ideológica, a pedir la eliminación del "impedimento" de un Estado que impone tributación, regula y, en general, interfiere. Si el argumento ideológico de esto es tan sólido como ahora lo parece -si la regulación y la provisión sociales fueron realmente un impedimento para el "crecimiento" y la "eficacia", y no quizá la condición que los facilitó- es discutible. Pero lo que resulta llamativo es hasta qué punto hemos perdido la capacidad incluso de concebir la política pública más allá de un economismo* estrecho. Hemos olvidado cómo pensar políticamente.


Éste también es uno de los paradójicos legados del siglo XX. El agotamiento de las energías políticas en la orgía de violencia y represión de 1914 a 1945 y posteriormente nos ha privado de buena parte de la herencia política de los últimos doscientos años. La terminología de "izquierda" y "derecha", heredada de la Revolución Francesa, no carece por completo de significado en la actualidad, pero ya no describe (como hasta hace poco tiempo) las lealtades políticas de la mayoría de los ciudadanos en las sociedades democráticas. Somos escépticos, si no activamente recelosos, ante los objetivos políticos globales: las grandes narraciones de la Nación, la Historia y el Progreso, que caracterizaron a las familias políticas del siglo XX, ahora parecen desacreditadas sin recuperación posible. Y, así, describimos nuestros objetivos colectivos en términos exclusivamente económicos -prosperidad, crecimiento, PIB, eficacia, producción, tipos de interés y comportamiento del mercado de valores- como si no fueran sólo medios para alcanzar colectivamente unos fines sociales o políticos, sino fines suficientes y necesarios en sí mismos.
En una época apolítica hay mucho que decir de los políticos que piensan y hablan económicamente: después de todo, así es como la mayoría de la gente concibe hoy sus oportunidades e intereses vitales, y cualquier proyecto de política pública que ignorase esta verdad no llegaría muy lejos. Pero eso es sólo como son las cosas ahora. No han sido siempre así, y no tenemos buenas razones para suponer que seguirán siéndolo en el futuro. No sólo la naturaleza aborrece el vacío: las democracias en las que no hay opciones políticas significativas, en las que la política económica es todo lo que realmente importa -y en las que la política económica está en buena parte determinada por actores no políticos (bancos centrales, agencias internacionales o corporaciones transnacionales)- bien dejarán de ser democracias que funcionen o volverán a presenciar la política de la frustración, del resentimiento populista. La Europa central y oriental postcomunista ilustra cómo puede ocurrir esto; la trayectoria política de democracias similarmente frágiles en otros lugares, del sur de Asia a América Latina, es otro ejemplo. Fuera de Norteamérica y de Europa occidental parece que el siglo XX sigue con nosotros.

Fin de la transcripción.


No os engañéis por el breve fragmento que he traído. De seguro el libro ahondará en estos juicios, pero incorporando otros análisis históricos y en especial (esto lo he visto con un vistazo al índice) el papel de las ideas y la responsabilidad de los intelectuales que poblaron el pasado y turbulento siglo. Es un libro sobre el siglo XX visto desde inicios del XXI, un libro-advertencia, o un libro-consejo... un libro crítico. Olvidamos el pasado siglo, qué llevó a hacernos tal como éramos, tal como somos; olvidamos las consecuencias de cargar demasiado el saco, de pensar demasiado en abstracto, de olvidar a la gente que hace que todo el sistema circule sin taquicardias. Como el niño que olvidase las propiedades del fuego, aquel que ignore las lecciones del pasado corre el riesgo de abrasarse. Es lo que Tony Judt pareció querer advertirnos en sus obras.

Saludos 

* Economismo: doctrina que defiende la primacía de los factores económicos sobre los de cualquier otra índole.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Camus rebelado


Terminado de leer el excelente libro de Albert Camus 'The Rebel' (L'Homme révolté, 1951) en una edición británica, paso a comentar de qué trata el libro y a traer, como acostumbro, algún fragmento de entre los que me llamaron especialmente la atención. A continuación podréis decidir si, personalmente, os interesa su lectura.

No es una novela, sino un ensayo; sobre filosofía política, diría yo. Camus se pregunta sobre qué dio origen a los totalitarismos del siglo XX. Se remonta en su explicación a la Revolución francesa y Saint-Just, a autores como Sade o Dostoyevsky, al romanticismo, a los terroristas rusos de finales del XIX y principios del XX, a la "muerte" de Dios y al nihilismo, a Nietzsche y su influencia, al pensamiento de Hegel y al de Marx y su interpretación posterior, a cómo el socialismo promete un paraíso, en un futuro indeterminado, que llega a justificar los medios más perversos. Se habla de Hitler y se habla de Stalin. Se habla del paralelismo que presentan los sistemas capitalista y socialista en el mundo bipolar de la Guerra Fría, y del peligro nuclear que pende sobre toda la humanidad. De cómo, finalmente, la revolución acaba por apartarse de las aspiraciones de la rebelión que fue su origen, traicionándola. El mismo Camus deja claro el objeto de la obra: "Uno puede pensar que el período que en unos cincuenta años exilia, esclaviza o mata a setenta millones de seres humanos puede únicamente, y con razón, ser condenado. Creemos que es menester, además, comprenderlo".

Hecha la pequeña presentación del contenido, paso a transcribir el fragmento prometido. Este libro es de los que se presta a ser continuamente subrayado y/o anotado (maltratado, diría más de uno), dada la cantidad de frases y pensamientos geniales o muy destacables en que abunda. El "recorte" que os traigo se encuentra en mi edición en la página 248 y posteriores, ya casi hacia el final del libro. Decía al principio que se trata de una edición británica: efectívamente, me hice con el ensayo en una preciosa librería de viejo de Glasgow. Mi inglés no es el mejor, la traducción es un poco libre (prefiero emplear un castellano atractivo antes que realizar una sustitución literal y ajustada del verbo inglés; que a su vez es traducción del original francés, en cualquier caso), pero mantendré el "espíritu" de cada frase, sin cambiar en ningún caso la idea que Camus quiso transmitir. 
En fin, sin más preámbulo, habla el filósofo:

"...ya es hora de decir, provisionalmente, que la más extrema forma de libertad, la libertad para matar, no es compatible con los motivos de la rebelión. La rebelión no es en ningún caso una demanda de libertad absoluta. Al contrario, la rebelión pone a la libertad absoluta en tela de juicio. El objeto de su ataque es justamente el poder ilimitado que autoriza al superior [entiéndase en la oposición amo/esclavo, propietario/obrero, etc] a violar la frontera prohibida. Lejos de demandar una independencia general, el rebelde desea el reconocimiento de que la libertad encuentra sus límites allá donde topa con el ser humano (...). El rebelde demanda indudablemente un cierto grado de libertad para sí mismo; pero en ningún caso demanda el derecho de destruir la existencia y libertad de otros. Él no humilla a nadie. La libertad que reclama, la reclama para todos; la libertad que rechaza, a todos se la niega. No se trata únicamente del esclavo contra el amo, sino también del hombre contra el mundo de esclavos y amos. (...) El poder ilimitado no es la ley única. Es en el nombre de otro valor que el rebelde afirma la imposibilidad de libertad absoluta, mientras clama para sí mismo la libertad relativa necesaria para que dicha imposibilidad sea reconocida. Toda libertad humana, en sus mismas raíces, es pues relativa. (...)

Es posible entonces afirmar que la rebelión, cuando desemboca en destrucción, es ilógica. Clamando por la unidad de la condición humana, es una fuerza de vida y no de muerte. Su más profunda lógica no es de destrucción: es una lógica de creación. (...) La pasión nihilista, sumada a la falsedad e injusticia, destruye, en su furia, estas demandas antiguas, privando a la rebelión de sus más convincentes razones. Mata, en la profunda convicción de que este mundo está dedicado a la muerte. Consecuencia de la rebelión es, al contrario, el rechazo a legitimar el asesinato ya que la rebelión es, a priori, una protesta contra la muerte. 
Pero si el hombre fuera capaz de introducir, enteramente por su mano, unidad en el mundo; si pudiera establecer un reino, por él mismo, de sinceridad, inocencia, y justicia: sería el mismo Dios. Si pudiera hacerse, ciertamente, ya no habrían más razones para la rebelión. Si la rebelión existe es porque la falsedad, la injusticia y la violencia forman parte de las condiciones en que el rebelde vive. No puede, por esta razón, decidir absolutamente no matar o mentir sin renunciar a su rebelión -aceptando entonces, de una vez y para siempre, la maldad y el asesinato que le rodean. Pero tampoco puede aceptar matar y mentir, desde el momento en que el razonamiento inverso que justificaría el asesinato y la violencia también destruiría la razón de su insurrección. Es por esto que el rebelde no puede nunca encontrar la paz. Conoce lo que está bien y, a pesar suyo, hace el mal. (...) En cualquier caso, si no siempre es capaz de no matar -ya sea directa o indirectamente-, siempre puede poner su convicción y pasión en trabajar por disminuir las ocasiones de asesinato a su alrededor. (...) Si finalmente se ve forzado a matar, él mismo aceptará la muerte. Fiel a sus orígenes, el rebelde demuestra mediante el sacrificio que la libertad real no es libertad para asesinar sino libertad para enfrentar la propia muerte. Al mismo tiempo, alcanza el honor en términos metafísicos. Es entonces cuando Kalyayev sube al cadalso, desde donde visiblemente muestra a todos sus camaradas el límite exacto en el cual el honor del hombre empieza y acaba".

No está mal... En este fragmento, Camus muestra su visión ideal de lo que debería ser el rebelde y su rebelión, muy lejos de aquello en lo que históricamente la rebelión ha terminado transformándose, demasiado a menudo: un "movimiento" en el que unas élites revolucionarias se perpetúan y matan en mor de un paraíso prometido, cínicamente, sin por supuesto aceptar esos límites a su propia libertad, ni la muerte propia a cambio de la ajena. La rebelión deja de existir, deja de ser; ya no es sino voluntad de poder e imperio.

Acabo con algunas frases más, que pueden encontrarse en el libro:

"Un fin que requiera medios injustos no es un fin justo". Atribuída a Karl Marx. Al menos en el momento de escribir estas líneas comulgó con el pensamiento de Camus.
"Si nos decidimos a rebelarnos, debe ser porque hemos aceptado que la sociedad humana tiene algun valor positivo. (...) La rebelión no puede existir sin una extraña forma de amor". Palabras de Herbert Read, en la introducción previa a la obra. Precioso.
Y estas de Camus:
"La política no puede ser religión. De lo contrario, no es sino Inquisición".
"El arte y la rebelión sólo morirán con la muerte del último hombre en la tierra".
"La generosidad real respecto al futuro radica en dárselo todo al presente". Podríamos conectar esta sentencia con la anterior frase de Marx y situarla contra aquellos que, prometiendo el futuro paraíso terrenal, consienten -o promueven- el sufrimiento de las generaciones presentes.

En fin, un libro muy interesante. Por mi parte, me lanzo de cabeza a leer otras obras de Camus. Como pensador y escritor promete no dejar indiferente.

desde http://malditovivant.files.wordpress.com



Saludos